Antes de partir…
Actualizado: 21 jun 2019
Gloria Pastás V., Profesora de Español y Literatura, High School
Momentos antes de partir, quiero compartir con ustedes una breve historia, mi historia:
Después del día de nacimiento de mis dos hijas, este es el día más feliz de mi vida. Tengo muchas razones para sentirme feliz, pero sobre todos dos:
La primera. He terminado un hermoso ciclo de mi vida ejerciendo mi digna profesión de maestra durante 36 años, 25 de ellos en el Colegio Bolívar, a donde llegué, cargada de ilusiones, de proyectos y de muchas preguntas, y porque no decirlo, también con un poco de miedo. Pero aquí, abrí la ventana de mi mente, expandí mi horizonte profesional y la profundidad de mis ideas. Aquí, también aprendí a desempeñarme en una cultura que no era la mía, pero logré aceptarla, sin renunciar a mí misma, y pude experimentar el mayor de los placeres: el placer de conocer, como decía Giordano Bruno. Conocer una nueva lengua, nuevas teorías, nuevos alumnos, nuevos compañeros, en fin...una nueva vida.
Ahora, parto con la satisfacción muy grande de haber cumplido mi misión como maestra de español y periodismo, áreas en las que eduqué personas con criterio para comprometerse con un mundo que no conoceré, pero que formé con la convicción de que somos habitantes del lenguaje y que solo a través de él preservamos nuestra continuidad. Prueba de ello es la revista escolar tribuna*, “la plataforma de las ideas del pensamiento Bolívar”, medio que desde hace 25 años educa, no desde la idealización, sino para mejorar la sociedad y formar ciudadanos capaces de vivir en ella. He aquí la educación, una siembra de la humanidad.
Sé con claridad meridiana que el Colegio Bolívar continuará resonando durante largo tiempo en mi vida, por estas y otras razones: En mi hogar, una hija exalumna que se caracteriza por servir a la humanidad. En mi piel, el abrazo y la sonrisa cotidiana de mis estudiantes. En mi mente, unos jefes que desde la pedagogía de la libertad me hicieron entender la importancia del aprendizaje sobre la enseñanza. En mi quehacer diario, unos compañeros que me permitieron retarme, cuestionarme y avanzar. En mi corazón, unos pocos amigos, los necesarios para convertirse en retazos de mi alma. ¡A todos ellos, infinitas gracias!
La segunda. Hoy, a mis 60 años, puedo decir que en esencia sigo siendo la misma, pero he aprendido mucho para la vida que me falta por vivir. Me voy diferente de cómo llegué, sin miedo, cargada de nuevos proyectos, de otras ilusiones y otras preguntas. Me voy a hacer realidad el sueño sublime de mi infancia: escribir poesía, cantar y bailar. Es el arte lo que hoy me embriaga, lo necesito para sentirme viva, para saber que no moriré para siempre. Voy a rencontrar mi propia voz, no una voz estática, sino aquella que lucha por su propia existencia. He empezado a envejecer con agrado y sin indiferencia, haciendo “un pacto honrado con la soledad” como pensaba García Márquez. Y, como todos vamos hacia la muerte, quiero caminar hacia ella a la manera del poeta Leonard Cohen, “(…) dentro de los estrictos límites de la dignidad y la belleza.”. Ese caminar digno, es para mí, enfrentar la muerte con la belleza del arte, mientras esté viva.
Durante este cuarto de siglo, ha sido para mí un orgullo pertenecer a la Comunidad Bolívar. No solo es una institución que educa, sino que también forma a estudiantes y profesores para la vida, asumida como un reto constante en el que solo triunfa quien persevera. Nuevamente, mil gracias a todas las personas presentes y ausentes, quienes hicieron de mi trasegar por este maravilloso espacio, una labor placentera, y sobre todo, con mucho significado.
AUTOBIOGRAFÍA
A mis hijas
Tengo miedo
de estar entre tanta gente
de que nadie escuche
el fluir de mi sangre indígena
de que nací en el sur
o que vi nubes verdes cuando niña.
Tengo miedo de que no sepan
siquiera pronunciar mi nombre, ni
que la voz de mi padre cayó al vacío
o que soy la memoria de mi madre.
Tengo miedo de que no sepan
que mi infancia huele a leña
que hago muñecas de pan con las migajas
o que me desgarra el corazón una guitarra.
Tengo miedo de que no sepan
que me río de mí misma
que siento nostalgia los domingos por llover
o que me gustan las canciones en francés.
Tengo miedo de que no sepan
que las ideas me obsesionan
que me conmueven más los viejos que los niños
o que le apuesto a la huella y no al camino.
Tengo miedo de que no sepan
del canto a mi amado al amanecer
del vino con que brindo en la penumbra
o que bailo con mi sombra sin parar.
Tengo miedo de que no sepan
que muerdo semillas de soledad
que soy aprendiz de Quijote
y maestra de humanidad.
Tengo miedo
de estar entre tanta gente
de que nadie sepa
del árbol que he sembrado
del verso que he escrito
ni de las hijas que he parido
y
que también como yo,
temen estar entre tanta gente…
Cali, 11 de diciembre de 2018
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