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De borondo por San Antonio

Sofía Ramos Villegas


Entre calles empinadas y casas multicolor se esconde una de las joyas de Cali: San Antonio. Más allá de un barrio, esta es la representación tangible de lo caleño, donde el sabor, el ritmo y la cultura coexisten en un mismo espacio, reflejando en sus paredes la esencia de la sucursal. 



Fotografía por : Sara Malca
Fotografía por : Sara Malca

San Antonio lo tiene todo, y es justo en su ambigüedad donde se encuentra la calidez  y la magia que lo caracteriza. De borondo por San Antonio hace referencia a lo que realmente significa caminar este barrio; salir sin un rumbo fijo y deslumbrarse con cada esquina. Como el borondo mismo, este artículo es apenas una guía incompleta, un intentó de cubrir la infinidad de experiencias que caben dentro de sus cuadras.



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Y entre esas experiencias, pocas hablan tan alto como La Linterna; una imprenta litográfica que desde 1938 irradia energía y explota la creatividad coloquial que ha acompañado a generaciones. El lugar parece detenido en el tiempo, pues durante años se encargó de dar vida a los carteles publicitarios que llenaban teatros, conciertos y calles de la ciudad, usando maquinaria antigua, característica del lugar. Allí, los artistas diseñan y tallan patrones a mano mientras mezclan lo contemporáneo y lo artesanal, haciendo que cada afiche lleve en sí el pulso de Cali. Este no es solo un taller, es un ícono del arte urbano caleño, un faro donde la gráfica popular se reinventa sin perder su esencia; con su ambiente acogedor y estilo vieja escuela, la linterna se convierte en memoria viva y corazón creativo de la ciudad. 


Siguiendo el recorrido, llega el momento inevitable en que de tanto caminar se despierta un antojo. Y es ahí donde aparece Tierradentro, un lugar donde cada plato evoca la tradición pero se viste con la frescura de lo natural. Este coffee house comparte un espacio acogedor y ambientes al aire libre que complementan a la perfección con la serenidad de San Antonio. En su menú abundan platos de “mentalidad global y actitud local”, ensaladas frescas y sándwiches además de postres deliciosos y cafés que logran resaltar los sabores colombianos. 



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Y cuando la tarde se transforma en noche, el borondo pide algo más tranquilo. Phazan, una galería de cerámica que se revela como un museo de reliquias coloquiales. Sus piezas modeladas en arcilla encarnan el talento de un ecuatoriano que se enamoró de la belleza caleña. A través de vasijas, esculturas y objetos que hablan por sí mismos, la casa Phazan se convierte en un refugio donde la identidad latinoamericana se inmortaliza.


Finalmente, al subir hasta la iglesia de San Antonio, la ciudad se despliega a los pies como un río que desemboca en la calle quinta. Este es el final perfecto para un recorrido que francamente nunca se siente completo, porque San Antonio siempre guarda algo más; este barrio demuestra qué un solo borondo no es suficiente. San Antonio tiene muchos lugares para visitar,  historias que descubrir y un halo magia qué no agota en una sola visita.


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